Cuando una persona recibe un diagnóstico de cáncer o de una lesión en el sistema nervioso, es frecuente que escuche términos como radiocirugía y radioterapia convencional y no tenga claro en qué se diferencian. Ambos tratamientos utilizan radiación ionizante para destruir células anormales, pero su forma de administración, los objetivos y la experiencia del paciente pueden ser muy distintos. Comprender estas diferencias ayuda a tomar decisiones más informadas junto con el equipo médico.
En términos generales, la radioterapia convencional se aplica en múltiples sesiones con dosis fraccionadas y campos más amplios, mientras que la radiocirugía se caracteriza por administrar una dosis alta de radiación en uno o pocos días, de forma muy localizada y con precisión milimétrica. Esta diferencia en el modo de aplicación tiene implicaciones importantes en la duración del tratamiento, el tipo de lesiones que se pueden tratar y los posibles efectos secundarios.
Radiocirugía: tratamiento de alta precisión en una o pocas sesiones
La radiocirugía, también conocida como radiocirugía estereotáctica, es un procedimiento no invasivo que utiliza haces de radiación muy concentrados dirigidos desde distintos ángulos hacia un punto específico del cuerpo, habitualmente en el cerebro o en la columna. A pesar de su nombre, no implica cortes ni uso de bisturí.
Sus características principales son:
- Administración de una dosis alta de radiación en una sola sesión o en un número muy reducido de sesiones.
- Uso de sistemas de inmovilización (marcos, máscaras o dispositivos especiales) para asegurar que la zona a tratar permanezca en la misma posición.
- Planeación basada en estudios de imagen de alta resolución, como tomografía computarizada y resonancia magnética, que permiten delimitar con exactitud el volumen objetivo.
- En muchos casos, el procedimiento se realiza de manera ambulatoria y el paciente regresa a su casa el mismo día.
La radiocirugía se recomienda para lesiones relativamente pequeñas, bien definidas y ubicadas en áreas donde la cirugía convencional sería riesgosa o complicada, por ejemplo, algunos tumores cerebrales, metástasis cerebrales, malformaciones arteriovenosas y ciertos trastornos funcionales, como la neuralgia del trigémino.
Radioterapia convencional: tratamiento fraccionado a lo largo de varias semanas
La radioterapia convencional (o radioterapia externa estándar) se basa en la administración de dosis de radiación más bajas en múltiples sesiones, generalmente de lunes a viernes, durante varias semanas. El objetivo es acumular una dosis total suficiente para dañar el ADN de las células tumorales, permitiendo al mismo tiempo que los tejidos sanos tengan oportunidad de recuperarse entre una sesión y otra.
Algunas características de la radioterapia convencional son:
- Tratamiento fraccionado en muchas sesiones, lo que implica acudir al centro oncológico de forma repetida.
- Campos de radiación más amplios, que abarcan el tumor y un margen de tejido circundante para asegurar el tratamiento de posibles células microscópicas.
- Uso de técnicas que han evolucionado, como la radioterapia de intensidad modulada (IMRT) y la radioterapia guiada por imagen (IGRT), que aumentan la precisión y reducen la dosis a órganos sanos.
- Aplicación en una amplia variedad de localizaciones: cabeza y cuello, mama, próstata, pulmón, abdomen, pelvis, entre otras.
La radioterapia convencional es uno de los pilares del tratamiento oncológico junto con la cirugía y la quimioterapia, y se utiliza tanto con intención curativa como paliativa, para aliviar síntomas como dolor, sangrado u obstrucción.
Dosis, duración y logística del tratamiento
Una diferencia clave entre radiocirugía y radioterapia convencional es la forma de administrar la dosis de radiación.
En la radiocirugía:
- La dosis por sesión es alta y se concentra en el volumen objetivo.
- Se suele completar el tratamiento en una sola sesión o en pocas fracciones (por ejemplo, entre 1 y 5).
- La planeación y el posicionamiento del paciente son especialmente cuidadosos, ya que la tolerancia al error es mínima.
En la radioterapia convencional:
- La dosis por sesión es menor, pero la suma de todas las fracciones alcanza la dosis total requerida para el tratamiento.
- El tratamiento se extiende durante varias semanas, lo que requiere una organización constante del paciente y su familia.
- Aunque la planeación es detallada, la precisión por sesión se complementa con la repetición del tratamiento a lo largo del tiempo.
Desde el punto de vista del paciente, la radiocirugía puede resultar más cómoda en términos de número de visitas, aunque la sesión suele ser más larga y requiere mayor inmovilidad. La radioterapia convencional, en cambio, implica acudir con frecuencia al hospital, pero cada sesión suele durar pocos minutos.
Tipo y tamaño de las lesiones tratadas
Otra diferencia importante entre radiocirugía y radioterapia convencional tiene que ver con el tipo y el tamaño de las lesiones:
- La radiocirugía se utiliza, principalmente, para lesiones pequeñas o medianas, muy bien delimitadas, ubicadas en zonas donde una cirugía abierta entraña riesgos significativos. Es habitual en tumores cerebrales metastásicos, meningiomas, neurinomas del acústico y malformaciones arteriovenosas selectas.
- La radioterapia convencional se adapta mejor a tumores más grandes o que se extienden a lo largo de una región, como en cáncer de mama, pulmón o próstata. En estos casos, es necesario abarcar no solo el tumor visible, sino también posibles extensiones microscópicas, por lo que los campos de tratamiento son más amplios.
No se trata de que una técnica sea “mejor” que la otra en términos absolutos, sino de que cada una tiene indicaciones específicas. En muchos pacientes, de hecho, radiocirugía y radioterapia convencional pueden combinarse en momentos distintos del proceso terapéutico.
Efectos secundarios y protección del tejido sano
Tanto la radiocirugía como la radioterapia convencional buscan dañar preferentemente las células tumorales, pero el tejido sano cercano también puede recibir radiación. La forma en que se distribuye la dosis influye en el perfil de efectos secundarios:
- En la radiocirugía, al concentrar la radiación en una zona muy específica, se logra una caída rápida de la dosis fuera del blanco, lo que protege más el tejido sano. Sin embargo, la alta dosis administrada en poco tiempo puede generar inflamación localizada, edema o síntomas transitorios según la región tratada.
- En la radioterapia convencional, los efectos secundarios suelen estar relacionados con la acumulación de dosis a lo largo de las semanas. Pueden incluir irritación de la piel, fatiga, molestias locales (como dificultad para tragar en tratamientos de cuello o cambios intestinales en tratamientos pélvicos) y, en algunos casos, efectos tardíos que aparecen meses o años después.
La elección entre radiocirugía y radioterapia convencional considera este balance entre eficacia y efectos secundarios, siempre con el objetivo de mantener la mejor calidad de vida posible para el paciente.
Elección del tratamiento: radiocirugía, radioterapia convencional o combinación
Llegados a este punto, surge una pregunta lógica: si ya se conoce cuál es la diferencia entre radiocirugía y radioterapia convencional, ¿cómo se decide qué tratamiento es el más adecuado en cada caso?
La respuesta depende de múltiples factores:
- Tipo de tumor o lesión.
- Tamaño y localización.
- Estado general de salud del paciente.
- Tratamientos previos recibidos (cirugía, quimioterapia, otras radioterapias).
- Objetivo terapéutico: curación, control local, alivio de síntomas.
En muchos hospitales, la decisión se toma en comités multidisciplinarios donde participan oncólogos radioterapeutas, cirujanos, oncólogos médicos, neurólogos, neurocirujanos y otros especialistas. Ellos evalúan la evidencia científica disponible y la situación particular de cada paciente, para recomendar el esquema más adecuado, que puede ser radiocirugía, radioterapia convencional o una combinación de ambas en diferentes momentos.
Comprender la diferencia entre radiocirugía y radioterapia convencional ayuda al paciente y a su familia a dialogar con el equipo médico con mayor claridad, hacer preguntas específicas y participar activamente en la elección del tratamiento, siempre con la mira puesta en el control de la enfermedad y el cuidado de la calidad de vida.

